EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
¡FUE UN DICCIONARIO!
Por Ramón Durón Ruiz
U
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na de las mentes
más preclaras del siglo XIX en fisicomatemáticas, fue sin duda alguna, James
Clerk Maxwell, quien dijo: “Cuando quieras emprender algo, habrá mucha gente
que te dirá que no lo hagas; cuando vean que no te pueden detener, te dirán
como lo tienes que hacer, y cuando finalmente vean que lo has logrado, dirán
que siempre creyeron en ti.”
La frase viene
como anillo al dedo a la historia de una joven emprendedora tampiqueña, proveniente
de la cultura del esfuerzo, como lo es Zita Yadira Rivera González, que desde niña
ha sentido que hay una parte divina que ilumina su vida.
En su juventud, becada
en la prepa y en su carrera en el Tecnológico de Monterrey, aprendió a ser
responsable, a ser parte del desarrollo de su comunidad y a trabajar para
trascender; fue ahí donde principió a visualizarse positivamente en su futuro
como empresaria.
Para concluir su
maestría y graduarse, presentó un proyecto de negocio: “Una guardería.” Hizo el
estudio de factibilidad, y para su sorpresa, era un negocio rentable y además,
podría educar de manera diferente, orientar, entusiasmar y contagiar.
Zita ama la
psicología, era su sueño y con una Guardería aplicaba de lleno. Empezó a
estudiar cómo eran las guarderías en otros países, compró libros, preguntó, se enamoró
de su proyecto. El ángel de su vida le decía: “Esto es para ti, hazlo… ¡todo te
será fructificado!”
Para iniciar la guardería
empezó a remodelar su casa –proceso que duró dos años– para entonces, ya
embarazada, a punto de concluir su maestría, con la sabiduría que da la vida a
los elegidos, entendió que el tiempo de Dios es perfecto y que las cosas se dan
cuando tienen que ser… ni antes, ni después.
Al cumplir dos
años su hijo, la guardería abrió sus puertas. Todo el mundo le decía que estaba
loca, nadie creía en su proyecto de vida, le exponían sus miedos, pero escuchando
la voz de su corazón, se dijo: “Esto es un éxito, no voy a descansar hasta ver
realizado mí sueño.”
Hizo un plan
estratégico con fecha de alcance. Sería una guardería, luego un jardín de niños
y después un colegio...ya estaba en su corazón: Jardín de Niños y Guardería
Alegrías.
De pronto se
quemó la guardería ABC, en Sonora y cambiaron la reglas y los requerimientos, y
de tener 120 niños autorizados, de un mes a otro le dijeron: “Sólo puedes tener
60”, su economía se quebraba, pero su corazón tan lleno de paz, escuchaba esa
vocecita que le decía: “Esto es sólo una prueba para ti, tu puedes y lo vas a
lograr.”
Así continuó su
lucha, mejorando procesos; inició con la primaria, fue definiendo una manera innovadora
de educar, se fue conectando con su esencia, empezó a abrir conciencias en los
niños, maestras y padres.
Junto a René Mey
crearon el programa “Amor y Conciencia”, que trasforma espectacularmente a los niños
en seres maravillosos, porque su educación tiene como base el amor.
Hoy, la guardería
y el jardín de niños Alegrías y la primaria Colegio San José, en Tampico,
Tamaulipas, son una historia de éxito, en donde a los infantes se les: “Educa
no para la escuela… sino para la vida”.
Desde la guardería,
a la par de la educación formal, se educa su espíritu, enseñándoles a reencontrarse
con su ser, agradecer quienes son, reconocer sus valores y a la gente
importante en su vida, apreciar lo que tienen a través del ejercicio del amor y
la conciencia, a sensibilizar sus cinco sentidos, su capacidad de amar y de
trabajar para lograr la realización de sus sueños.
Una pedagoga de
vocación, como lo es Zita Rivera, afirma: “Somos
seres divinos… viviendo una experiencia humana”. En esa escuela maravillosa
a los niños se les enseña a encontrar su sentido de vida y a trasformar su existencia
en una obra espectacular, entendiendo que son… UNO CON EL UNIVERSO.
A propósito de
educación, una niña se encuentra a su compañerita de clase y le pregunta:
—Se puede saber,
¿por qué no has ido a la escuela?
—Porque no he
podido conseguir el DINOSAURIO que nos encargó la maestra.
—No era un
DINOSAURIO… lo que pidió ¡fue un DICCIONARIO!
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