EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
¡Y VOY DE VIAJE!
Por
Ramón Durón Ruiz
H
|
ay una anécdota que
me contó mi amigo el abogado mantense Rafael Diez Piñeyro, que a su vez le fue
contada por el prestigiado político yucateco Emilio Gamboa Patrón, que me
gusta. “Hace varios sexenios, cuando el signo de los tiempos eran las crisis
económicas, llegó el Presidente Miguel De la Madrid, acompañado de los
secretarios de Gobernación, Hacienda, Industria y Comercio y de la Defensa, a
la casa del bien querido líder Don Fidel Velázquez.
Inmediatamente
los pasaron a la sala, en donde eran atendidos amablemente, a los pocos instantes
baja del segundo piso Doña Nora esposa de Don Fidel, quien a media escalera, al
ver al Ejecutivo Federal –que puesto de pie con sus acompañantes esperaba para
saludarla–, con la sabiduría que el sexto sentido que las mujeres poseen exclamó:
—¿Pues de qué tamaño es la devaluación que viene?”
La moraleja es
formidable, ¿De qué tamaño son los
sueños que tienes para tu porvenir? “Los abuelos que debieran vivir para
siempre” pues son un tesoro viviente; te enseñan –si tienes la humildad de
acercarte a ellos– lo trascendente que es, que tengas una visión positiva del
futuro.
Ellos son una
maravillosa escuela de vida, que han bebido sus haberes y saberes de la fuente
Divina, que los lleva a retornar a lo básico, a gozar con simplicidad la existencia,
saben que la vida enseña… pero pocos,
muy pocos son los que aprenden a ir en la búsqueda y al encuentro con su sino.
Los abuelos,
como dijese Pellicer “Son héroes de sí mismos” que han utilizado su tiempo para
servir, son una generación del esfuerzo y del sacrificio que al fijar reglas claras
en el hogar, no nos han sobreprotegido, han
forjado nuestro carácter, nos han enseñado a escalar por méritos propios, a
ganarnos lo que deseamos con el sudor de la frente y con ello, darle aire a
nuestras alas.
Ellos con sus
pausas, a su ritmo y a su tiempo, con su personal estilo y singular sencillez,
saben que están en la edad en la que
desbordan tolerancia y sapiencia, por ello “ven a DIOS en el prójimo” y viven cada
instante con el poder que genera el entusiasmo, porque saben que “Se puede ser feliz sin talento…pero no sin
pasión”
Con la misma
intensidad que el pintor plasma en el lienzo su personal policromía; con igual ímpetu
que el poeta pergeña sus poemas; con la vitalidad que el escultor talla el
mármol o la madera; con el arte con el que el alfarero hace del barro una obra
maestra; con igual vigor el viejo Filósofo se ha convertido en un aprendiz, que
ve la vida a través de los ojos de los
abuelos.
Los abuelos y
los niños son coautores del amor a la vida, nos enseñan que somos especiales, porque
son poseedores de esa sutil magia que
hace que cada instante sea divino, en el eslabonamiento del tiempo, con
ellos cada segundo se convierte en un perfecto milagro, en el que son
portadores de las buenas nuevas que traen el amor, la dulzura y la sana alegría….
que unen para siempre.
Ellos son sus
mejores amigos, aman generosamente, hablan con sencillez, porque saben que no
se puede transitar por el camino sin peregrinar con la sana alegría, sin estar
enamorado de sí mismos, sin honrar su cuerpo –con una sonrisa–, porque es el
recinto sagrado que DIOS les dio, saben que el universo no se detiene por su
dolor, por eso… ¡la vida continua!
Es increíble
como el mundo de los niños y los abuelos está unido holísticamente, será porque
en el universo espiritual todo se conecta, el alfa y el omega están tan
íntimamente vinculados que no hay espacios para la segmentación, por eso su existencia
trascurre en la plenitud.
La vida me ha
enseñado que vivir con una dosis de humor genera buenos resultados. Resulta que
entra a la cantina el viejo campesino de allá mesmo y mirando a los
parroquianos, voz en cuello dice:
—¿Quién de
ustedes es muy gallo?
Todos se quedan
callados, los que no lo conocen dicen: —¡A de ser policía federal!
Pasa un rato y
después de varios tequilitas y cervecitas grita de nuevo:—¿Quién se cree muy
gallo?
Y se para un
pelaó de 1.85 de estatura, una espalda que parecía ropero de dos lunas y
mirándolo le dice:
—¡Yo!, yo me
creo muy gallo ‘abrón… ¿Por qué?
El Filósofo le
contesta:
—¡No!, sólo pa’
que me despiertes a las 5 de la mañana porque no tengo despertador… ¡y voy de
viaje!
No hay comentarios:
Publicar un comentario