EL
FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
¿DÓNDE
ESTÁ EL ‘INCHE CARRO?
Por Ramón Durón Ruiz
P
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ara el viejo Filósofo,
es sabia la frase que dice: “Los abuelos… debieran vivir para siempre”. Hoy
escribo en homenaje a dos abuelitas maravillosas y un abuelo espectacular, que
me honraron con sus atenciones el pasado fin de semana: la señora Beatriz Anaya
de Villareal, esposa del ex gobernador Ing. Américo Villareal Guerra (+); la
señora Susana Flores de Hernández, esposa de Eugenio Hernández Balboa (+) y
mamá del ex gobernador Eugenio Hernández Flores y para el Dr. Egidio Torre
López, sabio y bien querido médico de mi
tierra y padre del Sr. Gobernador del Estado.
Ellos son una
escuela andante de amorosa sabiduría, para propios y extraños, con su oficio de
vida le han enseñado al campesino de allá “mesmo” a participar con todo mi
entusiasmo, pleno de alegría y amor en la fiesta de la vida.
Charlar con
ellos es un agasajo para los sentidos, con su natural pedagogía me enseñan que
ni en la vida, mucho menos en la política hay relaciones perfectas, las hay sí
saludables, saludables significa no la ausencia de problemas, sino la
capacidad, la inteligencia, el amor la habilidad y el oficio existencial para
aprender a manejarlos.
Enrique
Orschanski afirma con meridiana nitidez que “Los abuelos no sólo cuidan, son el
tronco de la familia extendida, aportan algo que los padres no siempre
vislumbran: pertenencia e identidad.”
Ellos no sólo en
su tiempo y su espacio le han brindado amorosamente a sus hijos, nietos y a la
gente de su vida, el sentido de pertenencia e identidad, lo han hecho
generosamente con quienes tenemos el privilegio de cruzarnos por su camino.
El sentido de pertenencia
e identidad, son básicos para que se elimine el
miedo y la violencia; para que se arraigue el respeto al de enfrente, el
amor a la vida, la obediencia a la raigambre; en síntesis, para conectarse con nuestros
sueños y con la energía vital que armoniza y equilibra nuestra existencia con
el universo.
Cuando sabes que
“Dios le da las peores batallas…a sus mejores guerreros” entiendes el porqué de
la adversidad y el dolor, te sorprendes al reconocerte como un ser
multidimensional que suelta karmas aciagos y se abre al poder del amor y a la
fuerza de la luz que vibra en tu interior.
Los abuelos son
sabios, el tiempo y la experiencia han sido sus maestros, les han enseñado a
ser parte amorosa del universo para que trasmitan una rica visión policroma del
cosmos, que nos dice que: toda tormenta es pasajera.
La Biblia dice
“La riqueza del sabio, es su sabiduría; la pobreza del tonto, es su estupidez”,
y hay que sacar al estúpido que mora en nuestro interior, para oxigenarlo,
airearlo y darle vida al sabio que anida en nuestra divinidad interior, que nos
dice que el amor, la alegría, la felicidad, la abundancia y el poder está en
ti, en la medida en que aprendas a amarte… te amaran y por añadidura
armonizaras las leyes físicas y las espirituales.
De las señoras
Beatriz y Susana y del Dr. Egidio, sabios por derecho propio, he aprendido que
estamos hechos para la grandeza, a no postergar nuestra felicidad, a no
importando las circunstancias vivir el hoy ensimismado en la magia de la vida,
a cancelar el instinto natural de ir en contra de las cosas, a descubrir la
enorme satisfacción que produce lo elemental: “ver, oír, amar, respirar, dar, caminar,
saborear, tocar… sonreír.”
A propósito de
sonreír, llega un periodista con un parroquiano a la cantina del afamado
Fernando:
—¿Usted toma
todos los días?
—¡Sí! –dice el
bebedor.
—¿Cuánto toma al
día? —Cada tarde
charlando con mis amigos, me tomo 12 cervezas.
—¿Cuánto cuesta
cada cerveza? —Depende dónde lo
compre, pero aquí $15.
—Y ¿Desde cuándo
toma esa cantidad de cerveza?
—Desde hace unos 15
años.
—Usted sabe que
consume $180 al día; más o menos $5,400 al mes. En un año gasta más de $65,700
en cerveza.
—Si usted lo dice,
es correcto.
—Sin contar la
inflación, $67,700 al año por 15 años da $985,500.
—¡Sí!, estoy muy
consciente.
—¿Ha pensado que
si no hubiera tomado en esos 15 años, se pudo haber comprado el más lujoso auto
del mundo?
— ¡Sí! Pero
dígame una cosa, ¿Usted toma?
—¡No!
— ¡Y entonces...!,
¿Dónde está el ‘inche carro más lujoso del mundo?
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