EL
FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
¡VOY
A PERDER EL AUTO!
Por
Ramón Durón Ruiz
H
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ay una frase que
me cautiva: “Talento y talante… se conjugan con tiento y aguante”. Pues esta
frase se aplica como anillo al dedo al talentoso Eduardo Antonio Romero Campa,
que sabe bien que: “La disciplina
es el puente entre las metas y los logros”
Hace varios
años, acudiendo al llamado de su voz interior, junto a su amigo Arturo Chacón,
solicitaron inscribirse para estudiar música en la prestigiada Scala de Milán.
Por correo
fueron citados para inscribirse un lunes a las 9 de la mañana. A las 8:30
estaban en la ventanilla de la secretaria del Director Riccardo Muti
–Prestigiado director de orquesta italiano, y director musical del teatro de
ópera La Scala de Milán, desde 1986
hasta 2005.
Al mostrarle a
la secretaria sus papeles para inscribirse, tajante y hasta groseramente les
dijo que las inscripciones estaban cerradas desde la semana anterior.
— ¡Pero! –Expresaron los jóvenes
mexicanos–, aquí dice que nos inscribamos hoy.
— ¡Les dije que
las inscripciones están cerradas! –Espetó la secretaria– cerrándoles la
ventanilla.
Llenos de
tristeza salieron del edificio, sin saber porque se dirigieron al Mall de enfrente, entraron a la Casa Ricordi, editorial de música
clásica fundada en 1808 que es el mayor editor de música de Italia.
Ahí Eduardo
Antonio Romero Campa vio un piano, sin mediar permiso, hábilmente dejó correr
sus dedos por el teclado y principió a cantar el himno oficial de la hermosa
ciudad de La Alhambra: GRANADA, del cantautor veracruzano Agustín Lara.
Ante tan
insólito hecho, al instante fue rodeado por decenas de personas, especialmente
un viejecito, que cautivado por la calidad y calidez de su voz, no dejaba de
ensimismarse con él.
Absorto en la
música y por el dolor de no poder inscribirse, una canción tras otra fue
atrayendo una multitud, sin que él se diera cuenta; al término de una canción,
fue interrumpido amablemente por el viejecito:
— ¿Conoces al
afamado tenor dramático Mario de Mónaco? –Le preguntó– nosotros lo recordamos
interpretando genialmente Otello de
Giuseppe Verdi, se ha dicho que interpretó al personaje más de 400
ocasiones. Mario cometió un pecado capital cuando murió… ¡Nos privó de su voz! Y
sabes una cosa tú tienes una voz muy parecida a él… ¿a qué te dedicas?
Sin saber ¿por
qué? le hizo partícipe del dolor de él y de su compañero, cuyo sueño era
estudiar opera, pero sin explicación alguna, a pesar de estar citados, la
secretaria no había querido inscribirlos en La
Scala de Milán.
El viejecito lo
abrazó cariñosamente, abriendo su cartera y sacando una tarjeta personal le
dijo:
— Van ahorita con
ella y díganle de mi parte, que por favor los pase con el Director de La Scala, Riccardo Muti.
Resulta que
quien mostraba una profunda admiración por Eduardo Antonio, era nada menos que
el Presidente de la Fundación de La Scala
de Milán.
Al llegar, la
secretaria los recibió despectivamente: — ¿No entendieron que las inscripciones
están cerradas?
— Es que traemos
esta tarjeta para el Director, –Dijo con modestia, Eduardo Antonio.
De mala gana la
secretaria la tomó con su diestra, al verla inmediatamente su actitud grosera,
cambio a un tono amable, en el que les solicitó esperar un momento. A los pocos
minutos, estaban con el Director Ricardo Muti, quien los inscribió
inmediatamente.
Esta historia
que me cautiva reafirma la tesis: EN LA VIDA, NO HAY CASUALIDADES, no hay
suerte, no hay azar, “Porque DIOS no juega a los dados”, todo es un designio
superior que hace que en el tiempo de Dios, que es perfecto, las cosas sucedan
para tu bien.
Algunos le
llaman Diocidencias, otros Sincronía con el Universo, es una
manera de que fluyas espiritual y físicamente con naturalidad con el cosmos,
haciendo de una aventura… ¡un viaje maravilloso que te sorprenda con la magia
de los resultados!, porque en éste mundo, todo, absolutamente todo, está hecho
para tu felicidad y tu grandeza. Para fluir con el universo sólo se requiere
quitarle el almidón a tu vida.
Para el viejo Filósofo,
la vida es equilibrio, armonía y simetría. A propósito de simetría, un pelao’
está platicando con un amigo.
— Las ventas
andan muy mal, que si no vendo más autos este mes… ¡voy a perder hasta las
pompis!
Se da cuenta de
que al lado de ellos está una hermosa rubia, a quién le dice: — ¡Disculpe la
expresión, señorita!
— No se
preocupe, –comenta la joven–, yo estoy en un problema simétrico.
— ¿Cómo simétrico?
— Sí, si éste mes no vendo más las
pompis… ¡voy a perder el auto!
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