EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
¿QUIÉN HA VISTO MI PÁJARO?
Por Ramón Durón Ruíz
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hesterton con meridiana sapiencia dijo: “Los cuentos superan a la realidad, no porque nos digan que los dragones
existan… sino porque nos dicen que pueden ser vencidos”
Pues hay un cuento hindú que dice: “Que un rey muy rico de la India, tenía
fama de ser indiferente a las riquezas materiales y ser de profunda
religiosidad, cosa un tanto inusual para un personaje de su categoría.
Movido por la curiosidad, un súbdito quiso averiguar el secreto del
soberano para no dejarse deslumbrar por el oro, las joyas y los lujos excesivos,
que caracterizaban a la nobleza de su tiempo.
El hombre después de saludarlo, le preguntó:
— Majestad, ¿cuál es
su secreto para cultivar la vida espiritual en medio de tanta riqueza?
— Te lo revelaré, –dijo
el Rey– si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero
lleva una vela encendida. Si se apaga… ¡te decapitaré!
Al término del paseo, el rey le preguntó: — ¿Qué piensas de mis
riquezas?
— No vi nada –respondió
el hombre–, sólo me preocupé de que la llama no se apagara.
— Ese es mi secreto –dijo
el Rey– estoy tan ocupado avivando mi llama interior, que no
me interesan las riquezas de fuera.”1
Cuando avivas tú llama interior vives con amor y pasión cada instante
de tu vida, contactas con lo más íntimo de ti mismo, entonces, como por arte de
magia, eliminas el miedo, el ego, el dolor y los apegos; te liberas de la
necesidad de ser el dueño de la razón, sin saber ¿Cómo? o ¿Por qué?, brota un ser
renovado, que hace de tu alma un refugio Divino.
Al avivar tú llama interior, escuchas tu corazón, que tiene
respuestas que la sabiduría desconoce; despabilas tu camino al someterte a las
duras pruebas de la existencia, se forma tu carácter luchando en la tempestad; reconoces
que la razón de tu vida, está en el deleite y la felicidad de encontrarte contigo
mismo.
Al avivar tú llama interior, fortaleces tu carácter, haces que el amor y la felicidad te
sigan, transformas tu mundo, vives con una sorprendente calidad y calidez
humana, a cada paso expresas el amor incondicional que vive en ti, que te ayuda
a que la historia de tu vida valga la pena.
Cuando avivas tú llama interior, iluminas tu camino, aprendes a dar
sin condición, eliminas odios y resentimientos, consolidas la paz de tu alma,
alcanzas la mejor de las conquistas, la de ti mismo, entonces disfrutas
plenamente cada instante de la fuerza de la vida.
Avivar tú
llama interior, revoluciona tu alma, te lleva
al despertar íntimo, que te enseña que el amor va de la mano del perdón, que te
reencuentra con la grandeza de la naturaleza de tu ser holístico, que hace que
brote una fuerza espiritual inconmensurable.
Al avivar tú llama interior, aprendes los caminos secretos del
universo, reconoces que nadie llega de imprevisto a tu vida, porque dos almas
no se cruzan por casualidad.
Cada persona que llega a ti, aviva tú llama interior, es un
maestro portador de una enseñanza, unos traen miedos y odios, unos traen
paciencia, otros tolerancia, otros armonía, Luz Divina y entusiasmo, cada uno
es un gajo de sabiduría para ti, que te enseña que la felicidad no depende del
poder o del dinero, sino de la paz, del equilibrio que hay en tu interior, de
lo que piensas y sientes en el aquí y el ahora.
Avivar tu
llama interior, es hacer tuyas las enseñanzas de la
inteligencia de tu Maestro Divino, para vivir en armonía con el universo, tomando
conciencia de tus pensamientos y sentimientos, accesando a una comunicación renovada
con tu trinidad mente-cuerpo-alma,
con el Ser de luz que eres, para que brilles con la intensidad del sol y vivas
a plenitud tu paz interior y alegría.
A propósito, “Un sacerdote aficionado a la ornitología, en la sacristía
tenía doce pájaros. Todos los días los soltaba para que volaran y éstos siempre
regresaban a sus jaulas. Pero un día sólo regresaron once, así que el
sacerdote, aprovechando el gentío de la misa de 12 del domingo, preguntó:
— ¿Quién tiene un
pájaro? Todos los hombres se levantaron.
— Disculpen, no me
expliqué bien. ¿Quién ha visto un pájaro? Todas las mujeres se levantaron.
— ¡No, no! lo que
quiero decir es: ¿Quién ha visto mi pájaro?
¡TODAS LAS
MONJITAS SE LEVANTARON…!”
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