EL FILÓSOFO DE GÜÉMEZ
SI HUBIERAS BUSCADO
EN EL CONGELADOR…
Por Ramón Durón
Ruiz
A
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muchas personas se les escapa la vida
entre las manos, porque viven lamentándose, las críticas son en todas
direcciones, ocupan su tiempo en infamias, maledicencias, insatisfacciones y
lamentaciones.
Olvidan que ésta
es la manera más sutil de negar sus dones, cancelar sus potencialidades, de
destruir los poderes, de romper su armonía con el universo; su existencia
transcurre en sobrevevivir insatisfechos
con lo que son o lo que tienen, omiten la tarea a la que llegaron al mundo: amar,
ser amados, creer en si mismos, crear, dar, perdonar, triunfar, evolucionar, trascender
y ser profundamente felices.
Cuando el ser
humano vibra en armonía con el universo, viaja ligero de equipaje, porque es
capaz de destrabrar, de tirar, desbloquear todo lo que le daña, entonces vive
plenamente el amor, abriendo su alma para recibir el racimo de bendiciones
que lo convierten en un ser amorosamente feliz.
Los viejos
maestros del conocimiento dicen que la clave está en que iniciemos por hacer del
amor
incondicional, el principio fundamental de la vida: –Porque nadie puede
dar lo que no tiene– si nos amamos, nos aceptamos y nos respetamos plenamente,
vibraremos en la alta frecuencia del amor, entonces seremos mensajeros de paz, felicidad, amor y alegría.
En la vida “no hay magia… hay magos” que saben que
el amor
“es el camino más generoso para accesar a
tu interior, porque toca fibras vitales, aumenta tu tono de animo, fortalece tu
creatividad, aumenta tu capacidad de aprendizaje, abre tu alma a nuevas
experiencias y formas de ver la vida, llevándote a viajar y vivir con más
calidad y calidez.”
Este viejo Filósofo
hace votos para que ames, porque el amor tiene el poder de fortalecerte,
de humanizarte, de equilibrarte; te impulsa para que vayas tras la búsqueda de
tus sueños, “si extenuado estas, acaso
descanses… pero no claudiques”, “no te rindas jamás, porque nunca sabes si el
próximo intento es el que funcionara”
La vida se
construye y se sana, partiendo del amor, que tiene el poder de “dar brillo a nuestros ojos, agilidad a nuestra mente, a ser soñadores
como José, valientes como David, sabios como Salomón, lleno de fe como Abraham;
a no volver los ojos al pasado como la mujer de Lot, a confiar en Dios como Job
y a dejarnos ser guiados por las manos DIVINAS, como Moisés”
Cuando
eres capaz de vivir intensamente el milagro del amor, olvidas viejos agravios,
tu alma se regocijará en la paz interior, nace una sonrisa en tu rostro, tu
vida se llena de alegría.
Si te das
permiso de vivir el HOY con amor, disfrutarás tanto del trayecto
de los sueños como de los logros; aprenderás del mundo lúdico de los niños, que
día a día se regocijan en la fuente primaria del amor, para ellos “el ayer quedó atrás, el mañana todavía no
llega”, se dedican a gozar con una alegría que surge desde el fondo de su
alma.
HOY es el día
para inicies una vida nueva, sabiendo que has sido creado con amor,
por manos Divinas “en serio… no en serie”
lo que te recuerda, que no estas vivo para fracasar, mucho menos para que seas
infeliz, sino para compenetrarte en el misterio insondable de la vida y tomar de
su cofre, la abundancia de bienes y dones que tiene preparada especialmente
para tus éxitos y felicidad.
HOY sorpréndete
a ti mismo de lo que eres capaz de hacer, cuando vibras con las potencialidades
y los dones que el amor te ha proveído, esos que abundan en tu interior y que los
miedos al ayer o las angustias del mañana, han debilitado.
El amor te enseña que
en esta vida: “Nadie es más que nadie, la diferencia es que unos luchan más que
otros viviendo, trabajando con la pasión y la entrega que genera el amor”.
Apropósito de amor,
dos hombres platicaban en el cielo, uno le pregunta al otro:
— Yo morí congelado, ¿Y tú?
— Yo morí de risa.
— ¡Ah chinga!, ¿cómo que moriste de risa?
— Si, es que pensaba que mi vieja me
engañaba con otro pela’o, un día le dije que iba a salir por dos días pero
regresé ese mismo día a ver si la atrapaba con las manos en la masa. Cuando
llegué busqué en toda la casa y no encontré ningún hombre. Me di cuenta del
error que había cometido y me dio un ataque de risa hasta que morí.
— ¡’Endejo! si hubieras buscado en el
congelador… ¡NOS HUBIÉRAMOS SALVADO LOS DOS!
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